El muelle
Este es mi blog, mi muelle, el espacio donde me desahogo, donde escribo, grito, canto, sueño. Este es el espacio donde tomo impulso, doy uno, dos, tres pasos, brinco y… chapuzón, caigo al agua. Bienvenida y bienvenido.
martes, 4 de octubre de 2011
Hoy es la Tertulia de octubre
Super facil llegar. Estaciòn del Metro Los Simbolos, caminan por la Avenida Presidente Medina Angarita. Llegan al MacDonald. Cruzan a mano izquierda, luego a mano derecha y listo. Ahì està la sede de la Organizaciòn Nelson Garrido. Res. Carmencita.
Un abrazo
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Tertulias de Diversidad Sexual
"No entra gente rara"
Discriminación en espacios públicos y privados
¿A Frida Kahlo no la hubieran dejado entrar al Centro de Arte La Estancia?
¿Oscar Wilde fuera del Sambil? ¿Ricky Martín, "persona no grata" en Choroní?
Espacios públicos y privados ¿libres de plumas y tuercas?
"Disculpe, retírese porque la Plaza Altamita es... ¿sólo de abiente familiar?"
¿Saquen a las sodomitas de nuestros parques?
¿Ellos atentan contra la moral y las buenas costumbres?
¿Qué dirán nuestras niñas y niños?
¿Por qué le dicen al Centro Comercial El Recreo el "Gaycreo"?
¿y por qué sus vigilantes acosan, hostigan y expulsan a los LGBTI de ese centro comercial?
¿Esto es legal? ¿puedo denunciar? ¿dónde?
¿Qué ley están violando las y los intolerantes?
¿En qué normativa me baso para defenderme?
Un momentico, ¿se reserva el derecho de admisión?
Aquí cabemos todas y todos ¿excepto cachaperas, maricos y tranformistas?
lunes, 15 de agosto de 2011
Cuando sea grande quiero rescatar animales de la calle

Cuando sea grande quiero rescatar animales de la calle
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En mi cumpleaños 27, mi amigo Javier me regaló dos gaticos callejeros. Neko Chan y el Catire. Los había conseguido en la Asociación de Protección Animal (Aproa).
El catire se fue a la casa del lado. A los días se enfermó y murió. Neko Chan se quedó solita y a los dos meses, le busqué compañía en Aproa. Ahí encontré a Manchita y Pancha.
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No sé si fue el reloj biológico, pero desde entonces cada vez que veo un animal en la calle, me dan ganas de recogerlo y buscarle un hogar.
El mundo puede ser tan cruel, rudo y poco amable, que se me arruga el corazón si no puedo hacer algo por ellos. Me da mucha tristeza si veo a uno arrollado en la autopista.
Hay gente que cuando quiere salir de sus mascotas, los bota en la autopista para que un carro los atropelle. Una crueldad.
El otro día subiendo a Caracas, frente a la Villa del Cine en Guarenas, veo a dos perros en la isla del medio de la autopista. Los habían botado allí. Un perro amarillo grande y una negra más pequeña. Estaban muy asustados.
Intenté pararme pero iba en el canal rápido y era peligroso. Al día siguiente cuando pasé a buscarlos, estaban atropellados. Me puse muy triste. Yo pude haber hecho algo por ellos, y no lo hice.
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En estos años he rescatado a varios animales de la calle.
Canelita era una perrita que estaba en el Centro de Rehabilitación Integral del Rodeo. Me la llevé a la casa, le curamos la sarna y luego una amiga de mi mamá decidió adoptarla.
Azabache era un gatico bebé negro, botado en la parada de carros para Guarenas. Tenía una patica lastimada. Nos lo llevamos al terreno de la montaña, lo curamos y mi papá le buscó casa.
Dos cachorros cerca de mi trabajo también los encaramé en mi carro un viernes en la mañana y ahora están felices en la montaña con un vecino de mi padre.
El último fue Bandido, un gatico en la misma parada de autobuses de Guarenas. Ahora le hace compañía a Bombón, el otro felino de la casa.
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Lo último que quiero hacer lo descubrí leyendo una biografía de Leonardo Da Vinci. Él compraba pajaritos y los liberaba. La idea me encantó y comenzaré a hacerlo. Un ave presa en una jaula es un contrasentido. Si los pajaritos tienen las alas muy cortas, se las dejamos crecer y los soltamos en la montaña.
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A veces pienso que si tuviera mucho dinero financiaría una ONG que cuide y de albergue a animales de la calle. Ellos se merecen una oportunidad.
Sé que esto no sonará bien, pero es lo que siento. Puedo llegar a sentir más empatía con un animal de la calle que con otros seres humanos.
Quizás sea una imagen idealizada de los animales, pero hasta la fecha no he conseguido a uno que sea cruel ni intrínsecamente malos. Al contrario, son superagradecidos, cariñosos y leales.
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Mis amigos bromean conmigo. Dicen que si sigo así, terminaré siendo un viejo soltero. Yo ya les ofrecí cupo en un ancianato que montaré cuando todos estemos masticando el agua. Además estaremos rodeados de gatos y perros.
Mi amiga Silvia Bolívar me dice que el príncipe azul no va a tocar la puerta de mi casa. Tal vez ella se equivoca. Quizás sea un veterinario que haga visitas a domicilio.
Si en el futuro, estoy económicamente muy solvente, montaré un local que cuide animales de la calle y les busque casa. Y si no le conseguimos casa, se quedarán conmigo hasta que se mueran de viejitos.
Lo que sí es seguro es que seguiré rescatando perros y gatos que están pasando roncha la calle. Y espero comenzar pronto con los pajaritos enjaulados. Todo esto es algo que me llena y vale la pena.
jueves, 21 de julio de 2011
Cuando sea grande quiero ser maestro de primaria

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Recuerdo mi último día de clase de primaria. Al regresar de la escuela me senté en el porche y sentía mucha incertidumbre. No sabía muy bien qué traería el futuro.
Durante esas vacaciones y antes de entrar a bachillerato, decidí abrir una escuelita en el porche de mi casa. Tendría como 12 años e invité a las vecinas y vecinos que estaban en preescolar.
Fueron dos meses superdivertidos. Al frente de la casa tenemos una campana que mi mamá usaba para anunciar el desayuno. Durante esas semanas, la campana servía para avisar del inicio de las clases.
A mis vecinitos y vecinitas les enseñé a leer, sumar y restar. Pintamos. Hicimos de todo un poco. La cosa duró hasta que me puse gruñón y las niñas y niños dejaron de ir.
Al año siguiente, una de mis alumnas me trajo su boleta de primer grado. Todas las materias tenían 20 puntos. Me dijo que había sido gracias a mí y me sentí muy orgulloso por su logro.
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En bachillerato fui preparador de matemática y física. En época de exámenes nos reuníamos en alguna casa a estudiar de noche. Dormíamos hasta medianoche, los despertaba y comenzaba a explicarles hasta que salía el sol. Eran unos maratones divertidísimos. Al menos, yo me los tripeaba.
También di clases en una escuela de inglés cuando estaba terminando bachillerato. Yo era un imberbe mocoso flacuchento que le daba clases a chamos y adultos.
El primer día siempre era el más cansón. Algunos de mis alumnas y alumnos, sobre todo los mayores, me veían como diciendo “¿Y este pendejo me da a dar clases a mí?” Al final de ese día, ya me había ganado su confianza y entendían que este pendejo sí les podía enseñar un nuevo idioma.
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Un momento difícil fue cuando me tocó escoger carrera universitaria. Educación estaba en mi lista, pero cuatro argumentos me hicieron cambiar de idea.
Primero, educación estaba muy mal pagado. Ser maestro es un asunto de vocación y yo la tengo, pero no sabía si era tan fuerte como para soportar una vida de limitaciones económicas.
Segundo, como muy pocos querían estudiar docencia, el promedio necesario para ingresar a esa carrera había bajado muchísimo. Creo que diez o doce puntos. Mi madrina es una maestra de vocación y tenía pésimas referencias del gremio docente.
Tercero, mi madre me dijo que la docencia la podía ejercer en cualquier carrera que escogiera, porque podía dar clases una vez graduado. Buen argumento.
El cuarto punto creo que fue el de más peso. Justo en esa época había asumido que era gay y había decidido vivir mi vida abiertamente. Pensé que muy pocos padres y madres les gustaría que sus hijos e hijas vieran clases con un maestro abiertamente gay. Además está la idea errada de que homosexualidad es lo mismo que pedofilia.
Creo que hubiera sido un excelente maestro, pero no tenía ganas de lidiar con los prejuicios homofóbicos, al menos no en mi campo laboral.
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Después de pensarlo, saqué la docencia de mi lista de opciones. Estudié comunicación social y me enamoré del periodismo en el transcurso de la carrera.
La docencia universitaria sigue siendo una idea en mente. Ya la probé, al menos en pregrado, con mis pollitos de la Ucab. Aunque fue una experiencia única que no cambiaría por nada, creo que todavía estoy muy jojoto para dar clases de nuevo, al menos en lo que me gustaría. Vamos a ver qué nos depara el futuro.
lunes, 13 de junio de 2011
Cuando sea grande quiero ser actor porno
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La idea me vino la primera vez que fui a un hotel. Tenía 23 años. Apenas comencé a entrar dentro de ese culo, lo único que pensaba era "¿por qué no me enseñaron esto en bachillerato? Me hubiera divertido muchísimo desde esa época".
Con el tiempo, con otras parejas y en otras posiciones y roles, la idea volvía. Cada vez que tiraba, pensaba: Si yo viviera de esto, sería un hombre muy feliz.
A veces pienso que si me pagaran por cada polvo, sería millonario, pero es sólo un comentario fanfarrón. Mi vida sexual nunca ha sido tan agitada.
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En la cama suelo ser desinhibido y hasta ahora me he divertido un montón. Soy un tipo guerrero, al menos en la cama.
Una vez me invitaron a una sex party. Al final del encuentro, uno de los muchachos se me acercó y me dijo que si la próxima vez entregaban premios, seguramente yo me los ganaría todos.
Sonrojado y a carcajadas, acepté la distinción y hasta me imaginé los renglones en los que podría resultar victorioso. Actor revelación, mejor interpretación individual, mejor dúo o tex mex, mejor edición de sonido, mejor guión original, mejor actor principal y el más importante para mí, el premio del público al culo más rico. "Gracias a la academia y a todos los que votaron. Este premio es para ustedes".
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Con los años la idea fue tomando fuerza y comencé a afinar eso de querer vivir del sexo. ¿Específicamente qué me gustaría hacer? ¿Quería ser chapero, actor porno, stripper, masajista?
Un chapero debe tener sexo con clientes, la mayoría de los cuales son realmente desagradables. En cambio a un actor porno le pagan por tirar con tipos relativamente sabrosos. Y si es una buena productora de cine, los compañeros de reparto deben ser unos mangazos podri'os de bueno.
Las otras carreras no me entusiasmaban. No sé dar masajes y dudo que alguien me quiera ver en un batitubo.
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Sí, ahora estaba más claro. Más que vivir del sexo, me gustaba la idea de ser actor porno. Claro, en Europa o Estados Unidos hay productoras de cine gay para adultos mucho más consolidadas, pero en Venezuela no conocía a ninguna.
Tampoco me esforcé buscando una, pero hace unos meses un compañero de trabajo me pidió un favor. Estaba buscando dos tipas para una película porno lésbica que él estaba haciendo.
Me mordí los labios pero al final no me aguanté y le pregunté si estaban buscando a actores. Él con una sonrisa pícara me dijo que sí y, si estaba interesado, me podía anotar.
Quizás hubiese aceptado, si no fuese alguien del trabajo. Quizás no. El hecho es que arrugué. Aunque me encantaría poder ir a un set de filmación de una carne con papa y tripearme el ambiente. Está en mi lista de cosas por hacer.
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En estas semanas compré la biografía del actor porno Martín Mazza. Este español es muy famoso en el cine erótico. El libro trae un dvd que recoge el día a día de este personaje.
Nada mejor que un baño de realidad para poner todo en perspectiva. Martín es muy franco y va contando las cosas que hace un actor porno gay.
Largas sesiones de fotos, ir a discotecas y bares casi todas las noches, firmar autógrafos. Todo eso me parece cansón.
Lo que más me impresionó es que cada vez que va a tener sexo… para una película o para una sesión de sexo en vivo en una discoteca… cada vez que va a tener sexo, se inyecta en el pene algo como viagra en polvo.
Tal cual. Es una droga comercial, que viene con inyectadora y se coloca de cada lado del pene.
Ahí se murió la magia. Pensé que si cada vez que yo tendría sexo, tendría que inyectarme la paloma… ya no sería divertido. Hasta allí llegaron mis ganas de ser actor porno.